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Salamanca - Verraco del Lazarillo de Tormes (Fotos 39 y 40)

Restaurado e instalado en una alta plataforma junto al puente romano sobre el río Tormes.

Este gran verraco (= arte escultórico de los celtas )con trazas de toro, fragmentado y sin cabeza, es célebre como protagonista del episodio recogido en el capítulo primero del 'Lazarillo de Tormes', donde el aprendiz de pícaro Lázaro relata en primera persona la pesada broma que le gasta el ciego al que sirve como lazarillo, a costa de su juvenil inocencia:

"Salimos de Salamanca, y llegando a la puente, está a la entrada de ella un animal de piedra, que casi tiene forma de toro, y el ciego mandóme que llegase cerca del animal y, allí puesto, me dijo:

–Lázaro: llega el oído a ese toro y oirás gran ruido dentro dél.

Yo simplemente llegué, creyendo ser así. Y como sintió que tenía la cabeza par de la piedra, afirmó recio la mano y diome una gran calabazada en el diablo del toro, que más de tres días me duró el dolor de la cornada, y díjome:

–Necio, aprende que el mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo.

Y rio mucho la burla.

Parecióme que en aquel instante desperté de la simpleza en que, como niño dormido, estaba."

No quedaría completo el episodio del verraco si no reseñáramos la venganza que Lazarillo perpetró contra el ciego, antes de abandonarle, y que se narra al final del capítulo:

"Visto esto y las malas burlas que el ciego burlaba de mí, determiné de todo en todo dejarle, y como lo traía pensado y lo tenía en voluntad, con este postrer juego que luego otro día salimos por la villa a pedir limosna y había llovido mucho la noche antes.
Y porque el día también llovía y andaba rezando debajo de unos portales que en aquel pueblo había, donde no nos mojamos; mas como la noche se venía y el llover no cesaba, díjome el ciego:

–Lázaro: esta agua es muy porfiada, y cuanto la noche más cierra, más recia. Acojámonos a la posada con tiempo.

Para ir allá habíamos de pasar un arroyo, que con la mucha agua iba grande. Yo le dije:

–Tío: el arroyo va muy ancho; mas si queréis, yo veo por dónde atravesemos más aína sin nos mojar, porque se estrecha allí mucho, y saltando pasaremos a pie enjuto.

Parecióle buen consejo, y dijo:

–Discreto eres; por esto te quiero bien. Llévame a ese lugar donde el arroyo se ensangosta, que agora es invierno y sabe mal el agua, y más llevar los pies mojados.

Yo, que vi el aparejo de mi deseo, saquéle debajo de los portales y llevélo derecho a un pilar o poste de piedra que en la plaza estaba, sobre el cual y sobre otros cabalgaban saledizos de aquellas casas, dígole:

–Tío: éste es el paso más angosto que en el arroyo hay.

Como llovía recio, y el triste se mojaba, y con la prisa que llevábamos de salir del agua, que encima se nos caía, y, lo más principal, porque Dios le cegó aquella hora el entendimiento (fue por darme en él venganza), creyóse de mí y dijo:

–Ponme bien derecho y salta tú el arroyo.

Yo le puse bien derecho enfrente del pilar, y doy un salto y póngome detrás del poste, como quien espera tope del toro, y díjele:

–¡Sus! Saltá todo lo que podáis, porque deis deste cabo del agua.

Aun apenas lo había acabado de decir cuando se abalanza el pobre ciego como cabrón, y de toda su fuerza arremete, tomando un paso atrás de la corrida para hacer mayor salto, y da con la cabeza en el poste, que sonó tan recio como si diera con una gran calabaza, y cayó luego para atrás medio muerto y hendida la cabeza.

–¿Cómo, y olistes la longaniza y no el poste? ¡Ole! ¡Ole! –le dije yo.

Y dejéle en poder de mucha gente que lo había ido a socorrer, y tomé la puerta de la villa en los pies de un trote, y antes que la noche viniese di conmigo en Torrijos. No supe más lo que Dios dél hizo, ni curé de lo saber."

(Anónimo. 'La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades')